Mi gusto por el modelo, nació por relaciones de amistad, en las cuales creo que la afinidad intelectual/afectiva tuvo una gran influencia.
Recuerdo que el 2002, conozco a Rodrigo Inostroza, como ayudante de psicología del aprendizaje, ramo del ya legendario profesor Martínez. Entre conversaciones de pasillo y cafés de media mañana nos damos cuenta de puntos en común, de cómo el enfoque cognitivo “no alcazaba” para explicarnos todos los fenómenos humanos y me cuenta que hay uno que si alcanza un poco mas. Es así como me invita a este misterioso grupo que se junta los Miércoles a conversar de “Post-Racionalismo”, palabra desconocida por mí hasta ese momento.
Fue un miércoles, precisamente, cuando llego a la sala CS 104 y me encuentro con un Rodrigo Díaz escribiendo larguísimas direcciones de internet en el pizarrón, e invitándonos a la página que el administraba, la mítica Episteme. Esas conversaciones sirvieron para despercudirme del racionalismo. Ese fue el año en que conocí a Maturana y Varela, la teoría de sistemas, a Bateson, Erikson, el año en que mi conocido apodo de “el conductista” ya no era tan cierto.
A mi grupo de conocidos se agrega Ricardo y Heriberto, con quienes podíamos comenzar hablando del programa de televisión del día anterior y terminábamos hablando de epistemología.
Luego viene este receso, el tiempo en que varios dejan de ser estudiantes y estas reuniones cesan.
Recuerdo claramente que un día voy caminando por Barros Arana y me encuentro con el trío de Inostroza, Díaz y Alarcón. Andaban buscando un lugar para poner una consulta particular. Me uní a su caminata, donde salieron conversaciones interesantísimas.
Algunas semanas después, comenzamos a reunirnos en la oficina del padre de Rodrigo Inostroza. Entre panes con queso, jugo de naranja y cafés, armamos el programa del primer curso. Como olvidar la mítica frase “la psicopatología no se puede reducir a un cuento de balance fenomenológico de la emoción”, que nació de esas acaloradas y enriquecedoras conversaciones.
Paralelamente en esa época conozco a mi inolvidable amigo Rodrigo Bragado, a quien quiero recordar. En conversaciones al son de vapores alcohólicos nos dimos cuenta de que la psicología de la universidad “no alcanzaba” es ahí donde lo invito al grupo, la afinidad con los otros miembros del grupo es inmediata.
Los cursos que se hicieron el 2005 y 2006, del cual fui una especie de promotor, nos sirvieron para por fin conocer un esquema del modelo de Guidano y para ver el modelo en acción, en las potentes e instructivas entrevistas que nos hacíamos. Las reuniones de los Miércoles se volvieron mas importantes que mis supervisiones de práctica en la Universidad. Ahí llega Marco, uno, sino el único que siguió con el modelo y el grupo.
El 2006 vino con mi titulación, la partida de mi querido amigo Rodrigo Bragado y mi alejamiento de Concepción. Sin embrago cada vez que visito la ciudad penquista aprovecho de reunirme con CIPRA, participar en alguna sesión de los cursos que se han seguido haciendo y compartir conocimientos y experiencias.
Participar del grupo fue mi motivación para ingresar en el programa de entrenamiento de INTECO, y cada vez estudiar, aprender y vivir mas.
Hasta el 2005, poco sabía de OSP, del modelo teórico, la moviola ni aplicaciones técnicas. Debo decir que mi acercamiento al modelo se debe al entrañable lazo de amistad que me une con mis colegas del CIPRA, a quienes considero maestros, tanto de la vida como de la teoría. Me gustaba mucho cuando los demás compañeros de carrera me decían “ah, es que tu eres uno de esos post-racionalistas”.
Espero que el grupo siga, que se den las instancias para poder participar más y que los proyectos de los que conversamos en los suculentos almuerzos que tenemos se vayan cumpliendo.
Santiago, Chile.
Febrero 2010
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